Días cojonudos
Después de lo que para mí supuso un esfuerzo el domingo, me sorprendió el cumplir con el entrenamiento el lunes, el martes y en parte hoy. Las sensaciones han sido muy buenas, aunque a mi nivel, claro está.
Se agradece mucho ver cómo poco a poco acabo destrozado después de cada entrenamiento, pero me recupero para el día siguiente.
Hoy he pagado un semestre del gimnasio. No voy a decir la pasta que he soltado porque me da vergüenza. Ya estoy al día hasta mayo.
El lunes, mientras corría los 50 minutos en la pista de la Complu, dando vueltas completamente solo (bueno, con la radio haciendo compañia) sentí como, de vez en cuando, alguien corría a mi lado. Oía pisadas de alguien corriendo y notaba una presencia amiga. Muy lejos de paranoias mentales o de sustos varios de fantasmas, era una sensación de protección, de sentirme vigilado y protegido. A Shackelton le pasó algo parecido al final de su aventura en los hielos. Si queréis, os la cuento otro día, no hay más que pedirlo.
A veces pienso que correr tiene un sentido, que se hace por algo más que por estar a gusto con uno mismo y con el mundo. A veces pienso que corro porque muchos no pueden hacerlo y les gustaría. Pienso que corro por ellos. A veces pienso que corro porque en un futuro, no muy lejano, no podré hacerlo. Y debo aprovechar mi tiempo. A veces pienso que cada paso que doy me acerca a muchas cosas y me separa de otras muchas. Correr en solitario es una actividad que te permite pensar mucho y, como dijo un profesor de mi Universidad, eso a veces no es nada bueno (creo que, aunque a veces tenga malas consecuencias, pensar es genial).
Como véis, me asaltan un montón de ideas inconexas que no tengo tiempo de organizar en un discurso racional. Paso de algo tan trivial como el dinero a una búsqueda espiritual del esfuerzo. Me importa tres narices. Lo único importante es que debo aprovechar los minutos de sueño que me quedan hasta que mañana me levante a las 6:30 para ir al gim.
Por cierto, hoy el curro fue un infierno (con luz al final del túnel), Álvaro estuvo guerrero por la noche y la venta del piso sigue dando por saco en los últimos estertores de la venta. De todas formas, mi vida es cojonuda, pero hay algunas chinas en el zapato que pronto desaparecerán y que harán que todo sea más fácil.
Hasta mañana