El IronMan como una forma de entender la vida

martes, diciembre 06, 2005

Nueva semana

La semana pasada empezó bien y acabó menos bien. El médico deportivo me recetó, previo visionado de los análisis, hierro, vitaminas y un recuperador para después de cada entrenamiento. El hierro me ha dado por saco un pelín en el estómago (tengo desde los 18 años un par de pequeñas úlceras de estómago, que fastidian cada 3 o 4 años) y el domingo no cogí la bici por que me molestaba el estómago al inclinarme hacia adelante.
Hoy he salido con Lonely con la bici. 3 Horitas que han sabido a gloria porque vamos a un ritmo similar y así da gusto montar. Me fuerzo lo que necesito (que no es poco) y hago mi entrenamiento.
Mañana tocará la piscina que no hice hoy y las series. No creo que vaya a Pozuelo y las haré por mi cuenta.

Ayer me compré el rodillo, un Elastogel con regulación de dureza desde el manillar. Después de mucho buscar y preguntar, acabé en OTERO. Otros que tal andan: no venden, no aconsejan... simplemente despachan. Pregunté por bicis de contrarreloj en carbono y simplemente me dieron el catálogo de BH con alguno precios a mano y sin comentar las posibilidades de configuración, ni gaitas. Tienen Treks, pero ni se dignaron en comentármelo. Ellos se lo pierden.

Han sido días raros... con altibajos en el estado anímico y físico. Me encuentro algunos días muy cansado y otros me da un bajón gordo de coco que trato de compensar pensando en los días buenos. Me siento culpable con los entrenamientos que me salto, pero lo justifico pensando que esto es una diversión y no una tortura. Tengo un compromiso (personal) y voy a cumplirlo, pero tengo que entender que no todo puede estar 100% planificado y encajarlo siempre. No sé, son sensaciones raras... De todas formas me noto que voy progresando. Menos rápido de lo que me gustaría, pero ya 3 horas en bici me parecen un paseo. Hubiera podido con 5 tranquilamente.

Sobre las sensaciones que tengo cuando entreno solo y siento a alguien a mi lado... Me ha ocurrido en unas cuantas ocasiones.

Soy un tipo que, cuando no encuentro a alguien que se apunte a un plan, me lo monto solo. Subí y bajé en un día Monte Perdido hace un par de años, vestido de verano en Torla, saliendo a las 4:30 de la mañana y llegando a la cima con la ropa de alta montaña, piolet y crampones. Tardé 14 horas en subir y bajar, cargado y a mi ritmo, pero lo hice. A veces salgo a la Sierra de Madrid a las 3:00 de la mañana, también tirando de frontal, haciendo la Cuerda Larga y con el equipamiento de alta montaña. Muchas veces corro solo por Peñalara, escuchando a veces música y casi siempre a los que me llaman loco por estar a las 9:00 en la cima, en pantalón corto, reponiendo líquido antes de darme la vuelta.

He salido muchas veces solo a hacer muchas cosas. Pero creo que nunca voy solo. En algunas ocasiones, con las rodillas hundidas en la nieve, he girado la cabeza en mitad de la noche porque oía una respiración cerca de mí. He sentido una presencia agradable a mi lado viendo amanecer en el Valle de Ordesa. He notado un compañero de carrera cuando subo por la carretera de la República hacia Siete Picos. Y no es metafórico. No sé si es un 'yo' hermano que me vigila y proteje, un ángel de la guarda o sólo una entelequia mental, pero está ahí. A veces, lejos del mundo, en mitad de la nada, noto que alguien me anima y se esfuerza a mi lado. Es algo físico, no sólo espiritual. No sé cómo definirlo y no siempre ocurre, pero sé que es algo o alguien que me guiña un ojo y me hace compañía. Seguro que algún mamón le encuentra una explicación racional, pero a mí eso me toca las narices. Prefiero creer que nunca voy del todo solo.

Quizá por eso el Ironman recoge una filosofía de vida que, más veces de lo que me gustaría, recoje mi manera de enfrentarme a los retos: capaz de cualquier cosa, de acuerdo a mis posibilidades y en solitario si nadie se anima.

En relación con esa sensación de ir acompañado, la historia de Shakleton es preciosa. Os cuento.

Shackleton es para mí, junto con Scott, Ranulph Fiennes (leed sus libros, son una delicia para los deportistas de resistencia y amantes de la aventura), los trajes de Saville Road y los zapatos de Crockett & Jones la quintaesencia del estilo británico. Si Ranulph es el aventurero más grande vivo de la tierra y Scott representa el heroismo y la perseverancia, Shackleton es el rey de la prudencia y del sentido común.

Cuando atacaban el Polo durante el siglo pasado, los expedicionarios decían: si quieres ir rápido ve con Admunsen, si quieres estudios científicos ve con Scott pero, si lo que quieres es volver... ve con Shackleton. Shackleton fue la persona que le dijo a su mujer en uno de sus intentos fracasados de ataque al Polo 'Pensé que preferías tener en casa un burro vivo a un león muerto'.

Pero Shackleton no era un pusilánime. Muy al contrario, era un líder de los que casi no quedan. Cuando su barco 'Endurance' encalló y se hundió en los hielos del la Antártida, lejos de tierra firme, fue capaz de mantener con vida a TODA la tripulación y llevarlos de vuelta a casa después de casi 3 años. La historia de esa expedición es increible y os recomiendo su lectura (Atrapados en el hielo).

Pero a lo que vamos... después de muchos meses de penurias, con un barco que se hunde a los 280 días de quedar atrapado en el hielo, con una travesía a pie y en pequeños barcos hasta llegar a la Isla Elefante toda la tripulación y después de embarcarse un reducido grupo en una expedición final suicida a la isla Georgia del Sur en busca de ayuda, Sackleton se encuenta con un último desafío. Al llegar a la Isla tienen que atraversarla 3 personas, caminando entre hielos, montañas enormes, barrancos, sin alimentación adecuada y sin material específico. Pues bien, fue en esos momentos críticos, justo antes de llegar a la base ballenera y al tirarse por una pendiente helada , cuando Sackleton siente esa extraña 'compañía'.

Lo comentó con uno de sus acompañantes poco después, esa sensación de que no caminaban 3 sino 4 personas y que nada malo podía pasarles en ese momento después de lo que habían vivido. Esa compañía, ese cuarto expedicionario, también fue sentido por otro de ellos. Y creo firmemente que hay un alguien que va a nuestro lado y a veces nos deja sentirlo, que nos echa una mano para que nuestros sueños se hagan realidad.

La historia que he contado está fatalmente escrita, pero es que se hace trade y llevo tiempo sin escribir (y no quiero perder el contacto). Pedidme bibliografía si estáis interesados porque Scott, Shackleton y Fiennes merecen la pena.

Hasta mañana.
Dani