Y dijo "basta"

Llevaba yo una semana comiendo como un atleta, a base de pechugas de pollo, ensaladas, hidratos de los buenos... Hacía yo 5 comidas y bebía agua en cantidad. Funcionaba todo perfectamente. Y viene este fin de semana con comida en casa de mamá (sábado) y de la suegra (domingo). Y... Mi cuerpo, que se había acostumbrado a trabajar con buena gasolina dijo que se acabó.

A las 3 de la mañana vomité lo que no está escrito y a varias veces durante la mañana he tenido que acudir con urgencia al baño. Pues eso, un empacho de cojones que me ha dejado vacío. La parte buena: seguro que he perdido un montón de peso. Estoy en 71,9 kilos y en un escandaloso 21% de grasa.

Deportivamente: la semana se cierra con dos horas de carrera en 2 días, 1 hora y 10 de rodillo y otras dos horas ayer de bici por la Casa de Campo.

Ayer hacía -0,5 grados (ya sé que eso no es nada para tí, Talín) y el frío se notaba de verdad. Lo peor fue la sensación de alfileres en los dos lados del trasero donde se asienta mi dulce cuerpo sobre la azarosa jaca. ¿Que si duele el culo? ¿QUE SI DUELE? Pues vamos a ver, tengo en mi casa un almoadón blandito que ayer se me antojaba como una tabla de planchar. Duele, duele. Sé que es cuestión de unos días el que todo vuelva a la normalidad.

La salida ciclista con Zubi estuvo bastante bien: buena conversación, vimos a Sony trotando un rato, pude ver la Karbona en funcionamiento (la talla de Zubi, una 57, me está justa; ¿cómo me estará mi 54? Tengo ganas de recogerla y montarla). Al final clara de cerveza con limón y tapa de paella para entrar en calor.

Mañana más